lunes, 23 de junio de 2014

Por: ANTONIO HEREDIA
PUERTO PLATA.- El viejo puerto marítimo de esta ciudad construido en el año 1918 durante la ocupación militar norteamericana y que recibió a miles de barcos de carga además de ser el punto donde se inició el turismo de cruceros en nuestro país, hoy en día, es un verdadero peligro para los marineros.
 
Esta estructura construida en la ladera de la bahía de Puerto Plata próxima a la fortaleza colonial San Felipe, era el único muelle que existía en toda la costa norte por donde se exportaba e importaba toda la carga de la región del Cibao, actividad que decreció en 1927 tras mejorarse el puerto de Santo Domingo y cuando en el año 1975, el gobierno dominicano dispuso la construcción del nuevo espigón, el cual en la época actual es el de mayor actividad.
 
El muelle viejo de Puerto Plata sirvió de escenario para recibir en el mes de marzo del año 1971 al trasatlántico "Boheme" que inauguró el turismo de cruceros en la República Dominicana, promisoria industria sin chimeneas que tuvo una época de bonanza hasta mediado de la década del 1980.
 
 
Este puerto marítimo ubicado en una bahía natural, protegida por el imponente fuerte militar San Felipe y con una vista impresionante de la montaña Isabel de Torres, también recibió a los cruceros “Southward”, “Buick Princes", “Caribe I” entre otros que tocaban el muelle viejo local repletos de turistas, los cuales recorrían las calles de Puerto Plata, haciendo compras en tiendas de regalos y otros negocios, que a la misma vez dejaban una gran cantidad de dólares que dinamizaban la economía en la costa Norte.
 
 
A pesar de su innegable estado de deterioro, que se incrementó luego del terremoto del 22 de septiembre del 2003, el viejo muelle de Puerto Plata sigue dando servicio a barcos petroleros y otros buques que arriban a este punto del Atlántico, además sirve de puerto matriz a la flota pesquera formada por más de 40 barcos y lanchas que realizan labores en el Banco de La Plata.
 
 
Llama poderosamente la atención de que las autoridades del gobierno ni siquiera se dignan en realizar un operativo de limpieza en el entorno del viejo muelle de Puerto Plata, el cual a pesar de los millones de pesos que aporta al fisco, se encuentra abandonado, lleno de basura y escombros, además de peligrosos hoyos y baches que son una amenaza de muerte para los pescadores y otros marineros que se arriesgan a trabajar en esa terminal marítima.
 
De acuerdo a investigaciones realizadas por este redactor, la última reparación a esta vieja terminal marítima fue realizada entre los meses de octubre y noviembre del año 2003, bajo la supervisión del fallecido ingeniero Hansel Castellanos, concretizando una solicitud realizada por la entonces gobernadora provincial; Ginette Bournigal de Jiménez al presidente Hipólito Mejía, que consistió en un entablado de toda el área contigua a la estructura que alberga las oficinas de APORDOM y la Dirección General de Aduanas.
 
 
Luego de alcanzar la senaduría por Puerto Plata, Doña Ginette sometió un proyecto de ley a las cámaras legislativas donde se estipulaba que el 45 por ciento de los recursos generados en los muelle de Puerto Plata debían destinarse para su mantenimiento y adecuación, pero lamentablemente esta iniciativa fue engavetada por otros legisladores locales que le sucedieron en el Congreso Nacional.
 
Este viejo espigón de hormigón que construyeron los yanquis en 1918 y que todos los gobiernos le han sacado mucho capital, constituye una “bomba de tiempo” que en cualquier momento puede derrumbarse, debido a que los pilotes o vigas que lo sostiene están socavadas y roídas por el paso del tiempo, el salitre marino  y la falta de mantenimiento.
 
 

Aun se espera las autoridades gubernamentales del Ministerio de Hacienda representado por la Dirección General de Aduanas (DGA) además de la Autoridad Portuaria Dominicana (APORDOM), puedan utilizar una parte de los millones que sacan de este viejo muelle para disponer su urgente reparación antes de que acontezca un cataclismo donde pierdan la vida decenas de hombres que no tienen otra opción que hacerse a la mar en un barco pesquero a buscar el sustento de su familia.
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