martes, 6 de mayo de 2014

Santo Domingo-
“Lo perdí todo: las dos familias, no vi crecer a mis hijas, no he visto nacer a mis nietos... me quedé sin amigos, sin trabajo... y por dentro, llevo una marca que ni el mejor cirujano me la podrá quitar. Simplemente te digo que también perdí la vida”.
Con esa reflexión, Máximo Enrique Perdomo Francis, de 54 años,  resume los 14 años y nueve meses de encierro que guarda en la Penitenciaría Nacional de La Victoria, tras ser declarado culpable de feminicidio contra su pareja de 20 años.
Compara su vida antes y después, y se convence de que si hubiese sabido lo “pesada de la cruz” que cargaría para el resto de su vida, hubiese sido un hombre distinto y valorado mucho más el hogar que había formado. “Era un hombre dado a la calle y tenía una relación extramarital que fue el detonante de todo”.
Aunque está convencido que el hecho sucedió de manera accidental en un momento de discusión, fue condenado inicialmente a 30 años de prisión, y posteriormente rebajada su condena a 20. Era oficial de la Policía, se desempeñó como chofer de coroneles e incluso de embajadores, y en tiempo libre usaba su vehículo para dedicarse a labores de “concho”, o sea, “yo no era rico, pero mi dinerito no me faltaba”. Aunque dice que no descuidaba económicamente su hogar ni a sus hijas que al momento de la tragedia tenían seis y 14 años, reconoce que le gustaba disfrutar en la calle.
De su pareja extramarital le había nacido una criatura, por lo que una noche al llegar a su casa embriagado, en medio de una discusión y forcejeo, asegura que el arma se disparó, impactando en su esposa, en ese entonces con 34 años; y otro a él, que tenía 39, hecho que los mantuvo a ambos en cuidados intensivos. Ella falleció un mes después.
En el hospital pude verla antes de que falleciera y en ese momento me dijo que hablaríamos luego, conversación que nunca se pudo materializar. Con ella murió un pedazo de mí, caí en depresión, me acusaron de estar loco y me llevaron a un área destinada para esos pacientes en el hospital Central. Allí viví lo que nunca me  había imaginado, asegura.
Yo tenía una vida plena, y no lo sabía. Trabajaba, tenía afectos, dos familias: la de mi esposa y la mía, muchos amigos, un hogar, andaba libre por cualquier calle, mi nombre era conocido. Luego cuando me vi esposado el mundo se me cayó encima, se me detuvo, y sentí que murió todo a mi alrededor. No comía, la televisión estaba encendida pero no la veía.
Aquí en la cárcel, continúa, uno tiene dos opciones: la negativa o la positiva, en principio es difícil entenderla, pero luego uno escoge y decidí prepararme.
Lo primero que hice fue agarrarme de Dios, empecé a leer libros, he hecho siete cursos, entre ellos un taller sobre Masculinidad Sin Violencia, que cambió mi vida, me enseñó la importancia de respetar y valorar a la mujer.
Dios ha sido bondadoso conmigo. Mis hijas pudieron seguir estudiando, la más grande ya se casó, tiene dos hijos, y la más pequeña está estudiando medicina. Las dos han entendido que fue un accidente y me visitan.
La que era mi amante en ese entonces no me ha abandonado y tenemos otro hijo más y aquí en la cárcel soy instructor de ajedrez.
Dice que la vida le dio un giro de 180 grados y todo lo que pasó le ha marcado para siempre, pues “no soy ni seré jamás el hombre que casi 15 años atrás entró al recinto penitenciario”, ubicado en la comunidad de La Victoria, en Santo Domingo Norte.fuente-listindiario
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