sábado, 2 de mayo de 2009


Las 178 familias desalojadas para dar paso a la construcción de la primera línea del Metro todavía esperan ser reubicadas, tal y como les prometieron los gestores de la más importante obra de la administración del Presidente Leonel Fernández. Estas familias están llenas de temores, según dijeron algunos de los consultados, porque los apartamentos en construcción no son suficientes y porque han visto al gobierno embarcado en iniciar la segunda línea del Metro. Los reclamantes esperarán hasta el 12 de este mes.
A tres meses de haber comenzado las operaciones del Metro de Santo Domingo, todavía no han sido reubicadas las 178 familias que fueron desalojadas del Hoyo de La Zurza hace tres años, por la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (Opret), que ya se aboca a iniciar la segunda etapa del proyecto.
Mientras, surge el temor de nuevos desalojos, las familias sacadas de La Zurza emplazaron ayer a la Opret a entregarles los apartamentos prometidos antes del día 12 u ocuparán la parada Máximo Gómez del Metro.
La situación actual. Cincuenta de las 178 familias desalojadas viven en barracones a orillas del río Isabela, mientras que las 128 restantes están alojadas en casas alquiladas.
Todas esas familias fueron desalojadas para construir la avenida Perimetral.
Tras hacer esta explicación, Josefina Aquino, del Comité Gestor por el Desarrollo de La Zurza, se quejó de que el proyecto habitacional que está construyendo el Instituto Nacional de la Vivienda (INVI) no es suficiente para todos los desalojados: apenas es de 136 apartamentos, por lo que faltan 42.
En cuanto al proceso de construcción, explicó que la primera etapa está lista desde hace un mes.
¿El problema? En ella hay 40 apartamentos pero son 50 las familias que viven en los barracones.
La segunda etapa, de 16 unidades, está a medio construir; y la tercera, de 80 apartamentos, no ha comenzado.
Por otro lado, Aquino recordó que la Opret les dijo que estarían en los barracones durante seis meses. Ya, sin embargo, llevan tres años arrinconados en viviendas donde la parte baja se ha podrido por la humedad y deben pasar, entre otras vicisitudes, por la dura experiencia de convivir con mosquitos, cucarachas, ratones y otras alimañas.
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