por: Jose Luis Taveras
Palabra proferida millones de veces por dominicanos. Su contenido semántico es cada vez más inclusivo y menos prosaico. Es una expresión intensamente vivencial, cotidiana y emotiva. Nace de nuestras penurias como una explosión de impotencia e indignación.
Dejó de ser vulgar para convertirse sencillamente en dominicana. Cuatro letras que desatan nuestros nudos emocionales. Aliada de resabios y enconos constreñidos. Válvula de escape a nuestras diarias presiones.
Su uso ha quedado legitimado por las incompetencias, desatinos e inmoralidades de los que gobiernan. Es una expresión parida de la dignidad y de la desesperanza. Es grito de ira y de justicia cuando no hay oídos para escuchar ni voluntad para actuar.
Es arma inocua para combatir nuestros reprimidos deseos de cambiar las cosas inmutables; para quebrar la inercia de los que deciden; para juzgar las impunidades; para humillar, en nuestros adentros, las mediocridades de los que dirigen.
Es catarsis, desahogo y descarga. Terrorismo verbal para acabar de una vez con la ineptitud de los que ejercen el poder sin sensibilidad. Conjuro para exorcisar los demonios de nuestras miserias.
¡Coño!, grito de guerra y de venganza. Palabra patria que desnuda nuestras lacerantes realidades.
A la corrupción, a la impunidad y al poder inicuo: ¡Coño!