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Por Joseph Caceres
Ahora ocurre que hay una tendencia de cronistas de arte que pretenden excluir de los premios al merengue refranero de letras jocosas, en aras de sólo exaltar aquellos de líricas románticas y hermosas.
Con ello pretenden desvirtuar al merengue en su esencia, desconociendo el hecho cierto de que el género musical siempre ha sido populachero, abrevando de lo coloquial y la sabiduría popular, y que se trata de un ritmo para bailar, aunque no negamos que en su contenido puede haber todo.
¿Pero quién ha dicho que el merengue tiene que ser necesariamente romantico y amoroso, condiciones que corresponden a la balada y el bolero?
Con ello se incurre en un terrible desfase, imperdonable por demás, entre gente que se supone entendida en la materia, para hablar o escribir del tema.
Pregunte usted a cualquier folklorista o merenguero experto tradicional, a ver si el merengue se puede circunscribir a la casilla señalada, excluyendo los del gracejo y la picardía popular.
Hasta los merengues más tradicionales son todos popularechos y refraneros. El Compadre Pedro Frank, El Negrito del Batey, El Jarro Pichao, Juan Gomero, y si avanzamos más en el tiempo encontraremos una gran cantidad de temas que han alcanzado popularidad, fama y proyección internacional, todos de corte jocoso, como Abusadora, El Barbarazo, El Baile del Perrito.
Eso de que el merengue tiene que ser romantico, como la balda y el bolero, fue una imposición de Acroarte y su premio cuando el boom del género de los 80’s.
En los 90’s se comprendió que era un error categorizar el género de esa manera tan ortodoxa y rígida, porque se desvirtuaba en su tradición y esencia, pero ahora vemos que se pretende volver a la misma zoquetá.
Una estocada al merengue precisamente en momentos en que el género necesita más apoyo.