Por Cholo Brenes
Hace mucho tiempo que estamos hablando sobre la falta de nuevas figuras en los distintos campos de nuestra música. La bachata es quizás la única que logra renovarse con relevos nuevos en estos tiempos.
En los últimos años nos estamos dando a conocer más por este género que por otros. En el año 2003 nos atrevimos a afirmar, en la entrega de los Cansadritas, que nuestra música iba a estar representada por ese género.
El público presente se burló y a los pocos años tuvo que admitir que teníamos razón.
La música urbana no es representativa de nuestro país y será muy difícil que lo sea.
Esta abunda en cualquier país y es muy difícil ponerle un sello que la patentice como dominicana. Hoy en día cualquiera se cree cantante, compositor y arreglista. No hay marco de calidad, ni un criterio para poder definir quiénes o cuáles la tienen.
En casi la totalidad de los programas de radio o televisión aparecen personajes pontificando sobre su música y su capacidad. Ya no son decenas, ahora son cientos, muchos de ellos auspiciados por el clásico jodedor. Por aquí (por esta oficina) han desfilado decenas de ellos y, con toda honestidad, no llegan a cinco dedos de una mano los que podrían llegar a triunfar, más aun, los que merecen estar presentándose en radio, televisión y en una que otra disco de ciudades y campo.
Es cierto que todos merecen una oportunidad, pero hay que estar claros que cada cosa debe estar en su lugar.
Merecen reconocer como parte de esta culpabilidad, directores de emisoras, Dj’s y muchos periodistas que en busca desesperada del dinero son capaces de vender su “capacidad” a cambio de unos “dólares” que cuestionan la honestidad de su profesión. Por lo menos si la payola se hiciera como si fuera el pago de un comercial a lo mejor esto no estuviera como está.
A partir del 2007 las esferas del poder santificaron a quienes no solo hacían un arte pobre, sino que también lanzaban un mensaje a favor de los vicios que ya arropan este país.
Mi Dron no ha subido lo suficiente para poder ver la solución a este triste momento artístico.
Dijimos que en la mano de un solo hombre estaba la posibilidad de defender e higienizar nuestra música, porque a través de su más 80 emisoras tenían la facilidad de imponer el gusto popular. Pero que va, en vez de ponderarlos lo que hizo fue agigantarlos.
Este es un bache tan hondo en el que nos encotramos del cual se espera que en cinco años, si es que aún queda arte, podamos salir sin ahogarnos.
Hace mucho tiempo que estamos hablando sobre la falta de nuevas figuras en los distintos campos de nuestra música. La bachata es quizás la única que logra renovarse con relevos nuevos en estos tiempos.
En los últimos años nos estamos dando a conocer más por este género que por otros. En el año 2003 nos atrevimos a afirmar, en la entrega de los Cansadritas, que nuestra música iba a estar representada por ese género.
El público presente se burló y a los pocos años tuvo que admitir que teníamos razón.
La música urbana no es representativa de nuestro país y será muy difícil que lo sea.
Esta abunda en cualquier país y es muy difícil ponerle un sello que la patentice como dominicana. Hoy en día cualquiera se cree cantante, compositor y arreglista. No hay marco de calidad, ni un criterio para poder definir quiénes o cuáles la tienen.
En casi la totalidad de los programas de radio o televisión aparecen personajes pontificando sobre su música y su capacidad. Ya no son decenas, ahora son cientos, muchos de ellos auspiciados por el clásico jodedor. Por aquí (por esta oficina) han desfilado decenas de ellos y, con toda honestidad, no llegan a cinco dedos de una mano los que podrían llegar a triunfar, más aun, los que merecen estar presentándose en radio, televisión y en una que otra disco de ciudades y campo.
Es cierto que todos merecen una oportunidad, pero hay que estar claros que cada cosa debe estar en su lugar.
Merecen reconocer como parte de esta culpabilidad, directores de emisoras, Dj’s y muchos periodistas que en busca desesperada del dinero son capaces de vender su “capacidad” a cambio de unos “dólares” que cuestionan la honestidad de su profesión. Por lo menos si la payola se hiciera como si fuera el pago de un comercial a lo mejor esto no estuviera como está.
A partir del 2007 las esferas del poder santificaron a quienes no solo hacían un arte pobre, sino que también lanzaban un mensaje a favor de los vicios que ya arropan este país.
Mi Dron no ha subido lo suficiente para poder ver la solución a este triste momento artístico.
Dijimos que en la mano de un solo hombre estaba la posibilidad de defender e higienizar nuestra música, porque a través de su más 80 emisoras tenían la facilidad de imponer el gusto popular. Pero que va, en vez de ponderarlos lo que hizo fue agigantarlos.
Este es un bache tan hondo en el que nos encotramos del cual se espera que en cinco años, si es que aún queda arte, podamos salir sin ahogarnos.