Las contradicciones políticas entre el presidente Danilo Medina y el expresidente Leonel Fernández están llegando a punto de no retorno: Danilo no parece dispuesto a aceptar que Leonel retorne a la Presidencia de la República y Leonel tampoco se conformaría con ver pasar su entierro político y la continuidad del danilismo en el poder.
Las desconfianzas son mutuas y más que justificadas porque no se trata de un pleito de vecinos por el ladrido de un perro, estamos hablando del control de un poder de gobierno que en los hechos tiene más fuerza y atribuciones que una monarquía feudal.
En este país -dígase lo que se quiera- el Presidente de la República lo controla todo y si hay tres personas que lo saben muy bien son Leonel, Danilo e Hipólito Mejía.
No es casual que los únicos expresidentes que viven, pese a que han gobernado en conjunto 21 añosÖ ¡Los tres aspiren para 2020!
Hay propuestas, como la de Temístocles Montás, de que Leonel y Danilo se aparten para que un candidato escogido por las bases abandere al PLD en las próximas elecciones. Ese candidato no existe hoy y lo más probable es que se repita en unas primarias -sean con padrón propio o con padrón universal- lo que pasó en la selección de los nuevos miembros del Comité Central y del Comité Político del PLD, que el gobierno arrasó. Y Leonel sabe eso por experiencia propia.
Lo que afirma la vicepresidente Margarita Cedeño de que no habrá reelección ni división, es un deseo altruista, pero que carece de fuerza real para imponerse ante la virulencia de la confrontación. Está en la peor de las posiciones para conciliar: es esposa de Leonel y vicepresidenta de Danilo. Ninguno de los dos la desean como su sustituto.
Si se toma la verdadera dimensión de la confrontación, sobre todo su contexto histórico, entonces las transacciones no serán fáciles y usualmente la gente que compite, tiene la esperanza y confía en que puede vencer a su adversario.
Contexto de la confrontación
Las cosas iban bien en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) cuando llegaron al poder en agosto de 1996, pero dieron un paso que los metió de lleno en la lucha por intereses personales: Todo el Comité Político se mudó para el gobierno con la sola excepción de José Tomás Pérez, que en ese momento era el secretario general. Para el año 2000 Danilo fue candidato presidencial del PLD, que fue unido y respaldado por Leonel, pero la circunstancia de que el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) venía recuperándose y llevó un candidato popular (Hipólito) que plantó cara y desafió al poder cuando trataron de ridiculizarlo, además de que el Partido Reformista llevó al expresidente Joaquín Balaguer como su aspirante presidencial, repartió los votos en tres y dio la primera minoría a Hipólito.
El cuadro del PLD era desolador en el año 2002 con el PRD controlando todos los poderes y designando jueces a su antojo. Leonel inició -supongo que por decisión del Comité Político de su partido- una campaña de denuncias contra el gobierno de Hipólito Mejía que incluía la acusación de que estaba adoptando decisiones y prácticas que ponían en riesgo la estabilidad macroeconómica y la supervivencia del sistema bancario.
La crisis estalló en la primavera de 2003 con la quiebra en línea de tres bancos que crearon una situación verdaderamente dramática para el país: se disparó la tasa del dólar, la inflación galopó, se perdieron cientos de miles de puestos de trabajo, cayó estrepitosamente la calidad de vida, se incrementó la pobreza y se crearon las condiciones objetivas para un posible desplazamiento del gobierno de Hipólito en las elecciones del año siguiente.
Para que la situación se volviera completamente óptima para el retorno de Leonel y el PLD al poder, Hipólito -borracho de poder- y creyéndose que porque le entregó 300 soldados dominicanos a George Bush y a José María Aznar para que los llevaran al Irak que aquellos estaban descuartizando, él era amigo de los americanos y de los españoles y lo iban a preferir para que continuara en el poder.
Más preciso aun: fue el expresidente George Bush (padre) quien por ese tiempo le dijo a Hipólito en uno de los complejos turísticos del este del país, que él debía reelegirse y creyéndose por encima de todo el mundo, marchó contra la tradición anti-reeleccionista del PRD demostrada por Juan Bosch cuando subió al poder e hizo modificar la Constitución -entre otras reformas- para prohibir en forma clara y directa la reelección. Esos mismos principios siguieron Peña Gómez y Hatuey de Camps como líderes del PRD.
Con su decisión, Hipólito, que estaba dirigiendo un país en una profunda crisis económica y una creciente movilización social, provocó la división del PRD antes de las elecciones, las que naturalmente perdió en forma abrumadora y catapultó a Leonel como líder del PLD porque era el único de sus dirigentes que había alcanzado la Presidencia, pues Danilo había perdido.
Leonel surgía entonces como la estrella que había vencido a Peña Gómez y a Hipólito, además de que en el plano interno había reunido a su lado a la vieja guardia peledeísta que estaba fuera de las filas por divisiones anteriores: Rafael Alburquerque, Hamlet Hermann, Vicente Bengoa, Nélsida Marmolejos, Max Puig, todos dirigentes y personalidades reconocidas y con núcleos de expeledeístas a su entorno, entre otros.
Elecciones de 2008 y la irrupción del Estado
Cuando la campaña electoral de 1996 en que competían Peña Gómez, Leonel Fernández y Jacinto Peynado, los reporteros que yo dirigía en El Caribe me contaban que los dirigentes del PLD -con Leonel a la cabeza- comenzaban a peinar una provincia con su propaganda, discursos y a media tarde hacían una parada para picar algo. ¿A qué restaurante iban? Se salían de una ciudad como Cotuí, buscaban un lugar apacible y de una furgonetita de las que ahora llaman “plataneras”, sacaban sándwich y refrescos. ¡Eso comían y lo hacían solos! Guardo fotografías de esos episodios, porque tras el paso por el poder, una parte significativa de los dirigentes del PLD, nacionales y provinciales, son los nuevos tutumpotes y marrulleros políticos que denunció Bosch en los años sesenta.
Naturalmente, cuatro años del primer gobierno del PLD fueron cambiando el cuadro y a su retorno, en su discurso de toma de posesión, en lo que pareció una promesa de rectificación, Leonel empeñó su palabra de que en esa nueva oportunidad que le daba el pueblo dominicano de volver a gobernar, “ahora no le podemos fallar”.
Tras el fiasco y las divisiones que el intento de reelección de Hipólito dejó al país, el de Leonel fue un gobierno que se ocupó de revertir la tragedia económica y social que halló en 2004. Lo hizo con relativo éxito, que en comparación con el desempeño de Hipólito, parecía una salvación. Si a eso se agrega que estaba unido y en el gobierno, frente a un PRD dividido y sin un dirigente capaz de enderezar su rumbo, la continuidad del PLD en el poder no estaba en discusión.
Las próximas elecciones de mayo de 2008 estaban a la vista y Danilo se consideraba el candidato natural del PLD para enfrentarse a un PRD débil, pero la circunstancia de que Hipólito había cocinado una reforma constitucional para establecer una reelección y nunca más, permitía a Leonel optar por postularse nuevamente como candidato a la Presidencia.
Danilo, que sabía que el PLD iba a ganar, renunció del gobierno en diciembre de 2006 y anunció que buscaría la candidatura presidencial en 2008. Leonel, que sabía también que el triunfo del PLD era un paseo, cada uno con su aspiración a cuesta, obviaron una discusión política sobre quién debía ser el candidato y terminaron enfrentados en la convención de 2007 y el resultado favorable a Leonel nos hizo conocer aquella frase lapidaria de Danilo frente a las cámaras: “Me venció el Estado”.
Danilo se apartó de la campaña, Leonel derrotó a Miguel Vargas Maldonado y con sus nuevos amigos gobernó los cuatro años sin el concurso -aunque tampoco con su boicot- de quien fuera su delfín y armador político, el mismo Danilo.
Las desconfianzas son mutuas y más que justificadas porque no se trata de un pleito de vecinos por el ladrido de un perro, estamos hablando del control de un poder de gobierno que en los hechos tiene más fuerza y atribuciones que una monarquía feudal.
En este país -dígase lo que se quiera- el Presidente de la República lo controla todo y si hay tres personas que lo saben muy bien son Leonel, Danilo e Hipólito Mejía.
No es casual que los únicos expresidentes que viven, pese a que han gobernado en conjunto 21 añosÖ ¡Los tres aspiren para 2020!
Hay propuestas, como la de Temístocles Montás, de que Leonel y Danilo se aparten para que un candidato escogido por las bases abandere al PLD en las próximas elecciones. Ese candidato no existe hoy y lo más probable es que se repita en unas primarias -sean con padrón propio o con padrón universal- lo que pasó en la selección de los nuevos miembros del Comité Central y del Comité Político del PLD, que el gobierno arrasó. Y Leonel sabe eso por experiencia propia.
Lo que afirma la vicepresidente Margarita Cedeño de que no habrá reelección ni división, es un deseo altruista, pero que carece de fuerza real para imponerse ante la virulencia de la confrontación. Está en la peor de las posiciones para conciliar: es esposa de Leonel y vicepresidenta de Danilo. Ninguno de los dos la desean como su sustituto.
Si se toma la verdadera dimensión de la confrontación, sobre todo su contexto histórico, entonces las transacciones no serán fáciles y usualmente la gente que compite, tiene la esperanza y confía en que puede vencer a su adversario.
Contexto de la confrontación
Las cosas iban bien en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) cuando llegaron al poder en agosto de 1996, pero dieron un paso que los metió de lleno en la lucha por intereses personales: Todo el Comité Político se mudó para el gobierno con la sola excepción de José Tomás Pérez, que en ese momento era el secretario general. Para el año 2000 Danilo fue candidato presidencial del PLD, que fue unido y respaldado por Leonel, pero la circunstancia de que el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) venía recuperándose y llevó un candidato popular (Hipólito) que plantó cara y desafió al poder cuando trataron de ridiculizarlo, además de que el Partido Reformista llevó al expresidente Joaquín Balaguer como su aspirante presidencial, repartió los votos en tres y dio la primera minoría a Hipólito.
El cuadro del PLD era desolador en el año 2002 con el PRD controlando todos los poderes y designando jueces a su antojo. Leonel inició -supongo que por decisión del Comité Político de su partido- una campaña de denuncias contra el gobierno de Hipólito Mejía que incluía la acusación de que estaba adoptando decisiones y prácticas que ponían en riesgo la estabilidad macroeconómica y la supervivencia del sistema bancario.
La crisis estalló en la primavera de 2003 con la quiebra en línea de tres bancos que crearon una situación verdaderamente dramática para el país: se disparó la tasa del dólar, la inflación galopó, se perdieron cientos de miles de puestos de trabajo, cayó estrepitosamente la calidad de vida, se incrementó la pobreza y se crearon las condiciones objetivas para un posible desplazamiento del gobierno de Hipólito en las elecciones del año siguiente.
Para que la situación se volviera completamente óptima para el retorno de Leonel y el PLD al poder, Hipólito -borracho de poder- y creyéndose que porque le entregó 300 soldados dominicanos a George Bush y a José María Aznar para que los llevaran al Irak que aquellos estaban descuartizando, él era amigo de los americanos y de los españoles y lo iban a preferir para que continuara en el poder.
Más preciso aun: fue el expresidente George Bush (padre) quien por ese tiempo le dijo a Hipólito en uno de los complejos turísticos del este del país, que él debía reelegirse y creyéndose por encima de todo el mundo, marchó contra la tradición anti-reeleccionista del PRD demostrada por Juan Bosch cuando subió al poder e hizo modificar la Constitución -entre otras reformas- para prohibir en forma clara y directa la reelección. Esos mismos principios siguieron Peña Gómez y Hatuey de Camps como líderes del PRD.
Con su decisión, Hipólito, que estaba dirigiendo un país en una profunda crisis económica y una creciente movilización social, provocó la división del PRD antes de las elecciones, las que naturalmente perdió en forma abrumadora y catapultó a Leonel como líder del PLD porque era el único de sus dirigentes que había alcanzado la Presidencia, pues Danilo había perdido.
Leonel surgía entonces como la estrella que había vencido a Peña Gómez y a Hipólito, además de que en el plano interno había reunido a su lado a la vieja guardia peledeísta que estaba fuera de las filas por divisiones anteriores: Rafael Alburquerque, Hamlet Hermann, Vicente Bengoa, Nélsida Marmolejos, Max Puig, todos dirigentes y personalidades reconocidas y con núcleos de expeledeístas a su entorno, entre otros.
Elecciones de 2008 y la irrupción del Estado
Cuando la campaña electoral de 1996 en que competían Peña Gómez, Leonel Fernández y Jacinto Peynado, los reporteros que yo dirigía en El Caribe me contaban que los dirigentes del PLD -con Leonel a la cabeza- comenzaban a peinar una provincia con su propaganda, discursos y a media tarde hacían una parada para picar algo. ¿A qué restaurante iban? Se salían de una ciudad como Cotuí, buscaban un lugar apacible y de una furgonetita de las que ahora llaman “plataneras”, sacaban sándwich y refrescos. ¡Eso comían y lo hacían solos! Guardo fotografías de esos episodios, porque tras el paso por el poder, una parte significativa de los dirigentes del PLD, nacionales y provinciales, son los nuevos tutumpotes y marrulleros políticos que denunció Bosch en los años sesenta.
Naturalmente, cuatro años del primer gobierno del PLD fueron cambiando el cuadro y a su retorno, en su discurso de toma de posesión, en lo que pareció una promesa de rectificación, Leonel empeñó su palabra de que en esa nueva oportunidad que le daba el pueblo dominicano de volver a gobernar, “ahora no le podemos fallar”.
Tras el fiasco y las divisiones que el intento de reelección de Hipólito dejó al país, el de Leonel fue un gobierno que se ocupó de revertir la tragedia económica y social que halló en 2004. Lo hizo con relativo éxito, que en comparación con el desempeño de Hipólito, parecía una salvación. Si a eso se agrega que estaba unido y en el gobierno, frente a un PRD dividido y sin un dirigente capaz de enderezar su rumbo, la continuidad del PLD en el poder no estaba en discusión.
Las próximas elecciones de mayo de 2008 estaban a la vista y Danilo se consideraba el candidato natural del PLD para enfrentarse a un PRD débil, pero la circunstancia de que Hipólito había cocinado una reforma constitucional para establecer una reelección y nunca más, permitía a Leonel optar por postularse nuevamente como candidato a la Presidencia.
Danilo, que sabía que el PLD iba a ganar, renunció del gobierno en diciembre de 2006 y anunció que buscaría la candidatura presidencial en 2008. Leonel, que sabía también que el triunfo del PLD era un paseo, cada uno con su aspiración a cuesta, obviaron una discusión política sobre quién debía ser el candidato y terminaron enfrentados en la convención de 2007 y el resultado favorable a Leonel nos hizo conocer aquella frase lapidaria de Danilo frente a las cámaras: “Me venció el Estado”.
Danilo se apartó de la campaña, Leonel derrotó a Miguel Vargas Maldonado y con sus nuevos amigos gobernó los cuatro años sin el concurso -aunque tampoco con su boicot- de quien fuera su delfín y armador político, el mismo Danilo.