Por: Cholo Brenes
Decir que no recibí una sorpresa “muy agradable” después de muchos meses y años de espera de alguien que, como él mismo dice: “llevé a la cima más alta de la música popular” en su momento, lugar en el cual aún permanece, sería poco menos que ingratitud de mi parte. Sí, fue emocionante e incluso terapéutico. Conversamos por teléfono y acordamos vernos pronto para tomarnos un té, en el patio de las conversaciones como le llamo yo.
¡Qué bueno que se haya producido este reencuentro! Hablando con sinceridad, yo lo necesitaba. Porque en verdad, es duro llegar al atardecer de la vida sin estar rodeado de las personas que uno realmente aprecia. He sabido esperar mucho y a muchos, y aún espero a más, de aquellos que aún no calibran la trascendencia del trabajo que hicimos para ellos en particular y para la música dominicana en general.
En el gran libro de la vida y la sabiduría, hay muchos capítulos en los cuales se expresa esta realidad. El tiempo no borra y la nobleza nunca llega tardía. Quienes no entienden esta verdad viven y vivirán dentro de una habitación sin luces, sin aire puro para respirar la vida, sin un sol que les haga elevar la mirada hacia el horizonte.
Recordar es vivir y yo estoy viviendo una vez más. Hace algunos años Fernando Villalona me trajo a casa una fotografía de los fundadores de Los Hijos del Rey en una presentación en el Canal 4 de Puerto Rico. Estaba de viaje y al regresar me encontré con ese hermoso presente. Es que la gente como él sabe lo que significa para mí y para cualquier ser humano sensible a los detalles, un presente como tal.
Fernando se dejó abrazar por la madurez y la sensatez y tomó una iniciativa que hacía años yo anhelaba ver. Doy gracias a Dios y a Él por este gesto. De mi parte, tengo los brazos y el corazón abiertos para olvidar viejos resentimientos. ¡Qué me gustaría más que poder vivir el momento de reencontrarme con todos aquellos a los que formé, ayudé y desarrollé? Porque, si el ser humano no vive para compartir.
Decir que no recibí una sorpresa “muy agradable” después de muchos meses y años de espera de alguien que, como él mismo dice: “llevé a la cima más alta de la música popular” en su momento, lugar en el cual aún permanece, sería poco menos que ingratitud de mi parte. Sí, fue emocionante e incluso terapéutico. Conversamos por teléfono y acordamos vernos pronto para tomarnos un té, en el patio de las conversaciones como le llamo yo.
¡Qué bueno que se haya producido este reencuentro! Hablando con sinceridad, yo lo necesitaba. Porque en verdad, es duro llegar al atardecer de la vida sin estar rodeado de las personas que uno realmente aprecia. He sabido esperar mucho y a muchos, y aún espero a más, de aquellos que aún no calibran la trascendencia del trabajo que hicimos para ellos en particular y para la música dominicana en general.
En el gran libro de la vida y la sabiduría, hay muchos capítulos en los cuales se expresa esta realidad. El tiempo no borra y la nobleza nunca llega tardía. Quienes no entienden esta verdad viven y vivirán dentro de una habitación sin luces, sin aire puro para respirar la vida, sin un sol que les haga elevar la mirada hacia el horizonte.
Recordar es vivir y yo estoy viviendo una vez más. Hace algunos años Fernando Villalona me trajo a casa una fotografía de los fundadores de Los Hijos del Rey en una presentación en el Canal 4 de Puerto Rico. Estaba de viaje y al regresar me encontré con ese hermoso presente. Es que la gente como él sabe lo que significa para mí y para cualquier ser humano sensible a los detalles, un presente como tal.
Fernando se dejó abrazar por la madurez y la sensatez y tomó una iniciativa que hacía años yo anhelaba ver. Doy gracias a Dios y a Él por este gesto. De mi parte, tengo los brazos y el corazón abiertos para olvidar viejos resentimientos. ¡Qué me gustaría más que poder vivir el momento de reencontrarme con todos aquellos a los que formé, ayudé y desarrollé? Porque, si el ser humano no vive para compartir.